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Hellin , un paseo histórico

Una leyenda explica que, al pie de La Camareta de la comarca de Hellín, una mujer rubia de largos cabellos pregunta a cuantos pasan por allí que si les gusta más su peine o ella. De su respuesta, dependerá su suerte y la desaparición del sortilegio que la mantiene encantada.
Conocida por los romanos como llumun, pasando a ser Eio o Elo en la época visigoda, y convertida más tarde en Madîmat Yyih por los árabes, Hellín, situada al sur de la provincia de Albacete, en el límite con la región murciana, ha sido tierra de paso de muchas culturas y pueblos.
Callejeando por el casco antiguo de Hellín, transitando por cuestas, rincones y callejas de trazado irregular y laberíntico, que conservan el hechizo del pasado, pronto percibimos que la ciudad en la que estamos no es una villa monumental al uso. Este entramado de calles con sugerentes nombres, como la Calle del Arco, el Callejón del Beso, la Calle de la Pena, Mensaje, Desengaño, o la Plazuela de las Monjas ofrece diversas formas de rastrear los vestigios de nuestros antepasados. Una de ellas consiste en la contemplación de los escudos nobiliarios que blasonan algunas de las casas y edificios.

En Semana Santa, sus calles se tiñen de negro (los hellineros se atavian con sus túnicas negras) y sus edificios, cuajados de historia, tiemblan al redoble de más de 15.000 tambores, que desde el jueves por la noche y casi durante una semana suenan sin cesar. El momento culminante de la Tamborada, declarada fiesta de interés turístico nacional, es la madrugada del viernes con la subida al Calvario.

Volviendo a nuestro viaje por el tiempo, nos adentramos en los siglos IX y X, en plena época islámica, y nos perdemos por la parte medieval de Hellín, donde un trazado típico de las ciudades árabes, con calles estrechas y curvas, nos conduce al castillo almohade. Allí, el viajero podrá apreciar todavía diversas torres cúbicas adosadas a su muralla principal, así como la torre central, con un aljibe en su interior.

No es necesario abandonar el barrio del Castillo para viajar hasta el Renacimiento. De esta época se conserva la Iglesia Arcipestral de Santa María de la Asunción con el Cristo Yacente de Mariano Benlliure y el Santuario de la Virgen del Rosario. Y en el barrio La Portalí, el Convento de los Franciscanos, cuya joya es su claustro renacentista del más puro estilo clásico. Para los amantes de la arqueología y la etnología, visita obligatoria es la del Museo Comarcal de Hellín.

La Sierra abraza al pasado

A tan sólo unos 8 km. de la villa, nuestra ruta por la historia se detiene en el Tolmo de Minateda, uno de los cinco parques arqueológicos de Castilla-La Mancha, en proceso de creación. Ocupado desde la prehistoria como demuestran las cercanas Pinturas Rupestres de Minateda, este antiguo poblado fortificado, que fue también asentamiento visigodo y musulmán, contiene restos de todas estas épocas: murallas, tumbas monumentales y enterramientos excavados en la roca, casas-cueva y algunas importantes muestras de epigrafía romana.

Estas marcas históricas están arropadas, además, por un paisaje de sublime belleza. Al otro lado del embalse de Camarillas, donde se forma el triángulo entre los ríos Segura y Mundo, se enclava la Sierra de los Donceles. Aquí, existe una ruta controlada para la práctica del senderismo, la de los Donceles, que discurre por el Valle de Agramón y el Volcán de Cancaríx (declarado Monumento Natural) y pasa por el poblado de Las Minas para llegar a la impresionante cascada del Cañón de los Almadenes.

La ruta tiene su último tramo al final de la presa, donde se localiza otro contexto arqueológico, La Camareta, de época visigoda e hispanomusulmana. Antes de subir hasta uno de los lugares más bellos de la comarca, los puentes de Isso, en la carretera de Hellín a Elche de la Sierra, sugerimos recuperar fuerzas en Hellín, saboreando un potaje de panecicos o un mojete, platos típicos de la rica gastronomía hellinera.